28.11.05

Vía Expresa al Infierno

Mis parlantes artesanales fallecieron luego de picomil reparaciones con diversas clases de cinta adhesiva y alambre. En su lenta agonía se escuchaban cada vez más bajo, luego enmudeció el izquierdo y tenía que acercar mi orejita diestra al sobreviviente para saber qué canción sonaba. Conociéndome, entre cotizaciones, titubeos, consultas técnicas y reflexiones éticas con la almohada iba a tardar dos años en comprar unos nuevos.

Yo no gasto mucho. Hay semanas en las que salgo de la casa con luca en el bolsillo un lunes y el mismo billete sigue ahí planchado el viernes. No tomo micros ni metro, me alimento en mi casa y hace cuatro años que no compro un disco. Mi único desembolso frecuente son las pastillas de menta y el mote con huesillos en la punta del cerro.

En fin, por razones poco claras terminé hace un par de semanas en Almacenes Paris (¿por qué no lleva acento?) buscando pantalones. Nota al margen: parece que el negro pasó de moda, pues en todo el lugarejo no había un puto pantalón de ese color. ¿Quién mierda puede querer elegir entre diecisiete tonos de beige? Un energúmeno, sin duda.

Mientras escarbaba en la sección infantil a la espera de un milagro vi aparecer el área informática y en un rincón unos horribles parlantes de cinco mil pesos. “Okey, haré un gasto”, pensé resignado. Los revisé de arriba a abajo y su lamentable aspecto me decía que sin duda eran una buena porquería: aún así serían los elegidos. Incluso en un arranque de honestidad el vendedor me confirmó que no podría tomar una peor decisión que llevarme esas mierdas marca Flaitech Tronics. (Es más, en este punto debo confesar que en mayo pasado compré unos parlantes de seis lucas convencido de que había adquirido una ganga: era tal el chicharreo que se los regalé ipso facto a mi hermano. Un par de semanas después los botó.)

Hay momentos en donde la vida te ilumina. Ahí, en medio del mall, sentí el susurro revelador. “Oiga amigo, ¿a usted le gusta la música? Entonces lleve unos decentes mejor, si no son tan caros”. Sí, caí redondito con su canto de sirena y metí sin reflexión alguna la mano al bolsillo, olvidando mis normas espartanas y moral de medio pelo.

Así ahora me reviento sistemáticamente los tímpanos con un búfer mastodóntico que salta como enajenado a medio metro de mis oídos. La cabeza me retumba en medio de un infierno de murallas de sonido y no soy capaz de detenerme. Aparte de ciego, sordo. Y como siempre, aunque gane, pierdo.

24.11.05

Tirar la Cadena

He sido vacunado por J. y una cadenita virtual, por lo que deberé postergar una vez más la redacción de ‘El Post más Estupendo Jamás Escrito’. Para ser francos ya estaba ansioso de que alguien me mandara una cadena, no sé por qué me ignoraban los muy desgraciados.

Cadenita literaria de todo gusto

  • Estás atrapado en Fahrenheit 451... ¿Qué libro te gustaría ser? Las obras completas del fantoche-sensible-aspiracional Alberto Fuguet. Una por una a la pira.
  • ¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción? Obviamente de Jo de Mujercitas. Flor de mina, poh.
  • El último libro que compraste fue... La Escuadra Chilena en México (1822) de Carlos López. Es que soy muy cultors (y estaba a luca).
  • El último libro que leíste fue... Harry Potter y el Príncipe Mestizo. Al final estrangulan a Gandalf: no pierda su tiempo, joven, lea sólo los tres capítulos finales.
  • Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
  1. La Isla Misteriosa, Verne: porque es más entretenido que la cresta, te enseña a fabricar dinamita con unos yuyos y además gracias a Julio Verne aprendí a leer.
  2. El Guardián entre el Centeno, Salinger: para encontrar mi adolescente interior, gua. Oh, ya lo encontré: ¡maldito hijo de puta, deja de hacer huevadas!
  3. Curso de Desarrollo Muscular, Charles Atlas: dejaría de ser un alfeñique y aprovecharía de desarrollar el omóplato, que lo tengo algo laxo.
  4. Las Memorias del Mago de la Polla Gol, Roberto Jacob Helo: el sistema más eficiente para conciliar el sueño en las noches solitarias del trópico.
  5. Hambre, Knut Hamsun: para cachar que hay gente peor que yo y así dejar de quejarme por un rato.


¿A quién le pasas esto y por qué?
A mi amigo personal Sebastián Piñera Echeñique, a fin de dinamizar nuestro vínculo como colegas blogueros.

Antes de que me llegue la cadena del escritorio la incluyo como bonus.


Pucha que soy tierno.

21.11.05

Aborto Espontáneo

Por razones que no viene al caso comentar me encontraba estacionado solo como los huevones en Dublé Almeyda un cuarto para las cinco de la tarde de un soleado domingo primaveral. La tarde transcurría pegajosa y mataba el tiempo pensando en qué diablos podría escribir en este espacio en donde revelo mis huevadas menos íntimas y sin gracia. Pensé en hacer una crítica gastronómica a las Chorrillanas J. Cruz, pero luego me acordé que no había comido ni una mugrienta papa frita en la masiva asamblea del viernes. También estimé pertinente confeccionar un panegírico sobre los hermanos Iglesias, pero ya les dije en persona que son más graciosos que la chucha así que no venía al caso. Finalmente renuncié al esfuerzo y opté por divagar sobre otros tópicos que por estos días ocupan mi atribulada maceta.


En eso estaba cuando tres péndex de primer ciclo básico escalaron el muro frente a mí y comenzaron a jugar a los espadachines con unas ramas de higuera. Los muy huasamacos se equilibraban precariamente a unos tres metros del suelo y el mayor azotaba al más chico con toda la intención de sacarle un ojo de su cuenco. A su lado una reja puntiaguda los esperaba: en más de una ocasión estuvieron a punto de venirse guarda abajo para terminar empalados frente a mí. Ya me veía descolgando a un enano del fierro y partiendo raudo hacia la Posta mientras le gritaba ‘¡resiste, niño!’. Flor de post…

Dejad que los niños vengan a mí

He salvado otra vida, aunque parezca increíble. La tarde dominical avanzaba cansina cuando de pronto observo alelado cómo un juguetón mozalbete se ensartaba cual lanza un fierro en el tórax. Bajé presuroso de mi vehículo particular Clase B y lo acurruqué entre mis brazos…

Pero justo cuando ya me imaginaba los palmoteos en la espalda, la nominación a Mr. Blogger y -por qué no- la inauguración de una placa alusiva con mi nombre, de la nada apareció la hermana de uno de los protomosqueteros, trepó al muro y lo bajó de un ala. Quedaron arriba los dos más cargantes, así que mantuve aún alguna esperanza. Pero los muy torpes -en vez de seguir con sus burradas en relativo silencio- eligieron ponerse a berrear como simios en celo. En menos de un minuto vi aparecer a lo lejos la figura furibunda de un padre angustiado, quien en tres zancadas llegó al lugar, les pegó su buen par de chuletas en el traste y los mandó de vuelta a casa con dos cachetadas tipo payaso.

Mientras los aguafiestas se iban chillando yo pensaba en qué cresta iba a escribir entonces.

17.11.05

¿Ha visto Ud. a Chuleta?

Uno de los momentos más excitantes de mi semana laboral es cuando recibo vía e-mail un fardo virtual lleno de portadas de revistas: mi misión es subirlas a la red y escribirles un breve texto descriptivo. El paso del tiempo invita al relajo y he llegado a inventar brutalidades como “los mejores lugares de Santiago para practicar el coito outdoors”. Bueno, si con esta publicidad directa la ridícula Revista H no se vende entonces no sé qué cresta hacer.

Cada quince días llega el Condorito y la pega es fácil porque basta cambiarle el número a la edición y dejar todo tal cual. Mucho no se puede decir del plumífero, aparte de que es un tipo querido por todos que vive simpáticas situaciones en Pelotillehue. En fin, en medio de un ataque de ocio aproveché ese espacio para iniciar una campaña pro-retorno de Chuleta a las páginas del quincenario. La respuesta, huelga decirlo, ha sido nula, así que he decidido seguir dando la lata acá.

Por alguna razón nuestro querido Chuleta fue eliminado de Condorito en algún momento de los ’80. Pese a su simpatía, cordialidad y otros atributos inolvidables -los que justo en este instante no puedo recordar- el amigo de todos desapareció. Un conocido mío lo atribuye a un simbólico homenaje de Pepo a las víctimas de la dictadura, pero yo creo que su teoría es una total imbecilidad.

Chuleta no fue el único damnificado. Mientras insoportables aspiracionales como Cortisona, Ungenio González y Coné disfrutan de amplio espacio, otros personajes más patibularios han sido dejados paulatinamente de lado. Garganta de Lata está cada día más sobrio, Don Chuma fuma a escondidas y el Cortadito simplemente se fue cortado. De Tomate no se supo más, Comegato cayó en la Peni, Fonola se convirtió en Testigo de Jehová, a Titicaco lo deportaron y Mandíbula quedó hecho charqui. Para qué hablar de Chacalito, el Padre Venancio o Cabellos de Ángel. Okey, está bien, Condorito siempre sufrió de un absurdo exceso de coprotagonistas. Pero la sobrepoblación de tipos promedio en Pelotillehue era justamente buena parte de la gracia la revista: ¿qué mejor que poder contarle a un gringo asopado que uno de los principales personajes del cómic infantil chileno era un borracho?

Buen cabro, Chuleta. Fiel representante del chileno medio -como tú o como yo- se marchó calladito, no dijo ni chao para no molestar y ya nadie se acuerda de él. Salvo yo, que clamo en el desierto “vuelve, Chuleta amigo!”.

14.11.05

Temporada de Patos

Un misterio que jamás he podido descifrar es la obsesión femenina con el clima. He visto a una madre cambiar la tele en pleno partido eliminatorio para contemplar al latoso conductor de TV Tiempo, microprograma que por su insólita duración mejor califica como macroprograma. ¿Por qué alguien prefiere ganarse el odio de sus seres queridos con tal de comprobar que al día siguiente hará calor igual que durante el resto de los días del mes? El enigma se hace más difuso si consideramos que en primavera y otoño -únicas ocasiones en que el mentado informe puede prestar alguna utilidad- los meteorólogos se equivocan duro y parejo. En un canal dice “nublado, 19°, saque el chalequito”; en el otro “sol radiante, 33°, no salga de casa”. Ello me lleva a concluir que en realidad esa manga de charlatanes con vocación de poetas no tienen ni puta idea de qué cresta va a pasar con sus sistemas frontales, altas presiones y vaguadas costeras. A lo más saben que en invierno hace frío y llueve de vez en cuando, y que entre noviembre y marzo el calor invita al suicidio. El resto es una lotería.

No obstante las pifias y chambonadas en los pronósticos me dan lo mismo. Lo que realmente me saca de mis casillas es que los presentadores de aquellos microespacios están convencidos de que todo Chile disfruta rostizarse como pato asado. “Qué lástima, mañana los termómetros sólo marcarán 29 grados; ¡pero alabado sea el Altísimo!, por suerte para el jueves tendremos 33º a la sombra”. Sí, qué rico es cocinarse en un taco en Santa Rosa a las cuatro de la tarde; qué grato despertar transpirado como hipopótamo o tratar de dormir con las sábanas pegoteadas al coxis. No señores, no todos disfrutamos el calor, para muchos a partir de noviembre comienza una tortura de seis meses que nos hace transpirar hasta en los lugares más remotos, como el anverso de la rodilla por citar un ejemplo que no aluda a las nalgas.

El inicio de la temporada estival no sólo me resulta destemplado dada mi intolerancia a la canícula, sino por el tedioso ‘asunto chancleta’. Indefectiblemente soy castigado por la cruel monserga: “¿por qué no se compra una chala”, “yo le regalo la hawaiana para el cumpleaños”, “¿pero cómo aguanta el calor con esos zapatones?”. Y yo, como cada doce meses, insisto en que no soporto andar sin calcetines y con los dedos al aire, que se me puede pegar un chicle en la planta del pie, que quizás me caiga un escupo en la uña y que por último me cargan las chalailas y me disgusta su apariencia despachurrada. Repito que desde los diez años no tengo de esos engendros y que prefiero mil veces usar pantalones cortos con bototos y calcetín a la rodilla a calzarme uno de esos condoritos de plástico revenido. Además he de admitir que en el ítem ‘corte de uñas’ no soy demasiado meticuloso y prefiero por razones obvias evitar el lucimiento de mis garras.

9.11.05

Reporte de Bajas

Anónimamente alguien me odia. Sufro. A mí, un tipo amable y cariñoso, un alma caritativa y defensora de los más necesitados… un potencial nuevo santo para Chile, por qué no decirlo. Me pregunto a mí mismo: “Mismo, ¿cómo ocurrió esto?”. Y no hallo la respuesta. Pienso: “¿habré sido descortés con alguien en este blog?”. Podría jurar que no, pero quién sabe. Y, angustiado, elaboro una sucinta lista mental de potenciales ofendidos:

  • Los tipos sensibles, el fan club de Silvio Rodríguez, John Lenin, Felipe Gerdtzen y su guitarrita
  • El Centro de Padres y Apoderados del Saint Rose School, Miss Nena, la comunidad educativa del Liceo Alemán de Santiago (próximamente en Shicureo), el Comité Organizador de EJE
  • Los gremios de microbuseros, taxistas, consultores, product managers, ingenieros de marketing, médicos y periodistas
  • Mi ex mecánico y mi actual mecánico
  • Doña Griselda, su sobrino, su pistola y su gato con diarrea
  • El Dr. Hugo Pumarino, el otro galeno homónimo y el leguleyo dueño de www.pumarino.cl
  • Mis amigos personales JP y Ramírez
  • La Familia Soto
  • Los Departamentos del Tránsito y Ornato de la Municipalidad de Santiago
  • Los organizadores de la Paila Marina más Grande del Mundo
  • El Prosecretario de la PUC encargado de firmar certificados a 15 lucas la mosca
  • Max, estudiante de UNIACC y crítico de cine amateur
  • Las empresas Dicom, Gerber, Colloky, Encuestas Foros, Farmacias Cruz Verde y SalcoBrand, Village, Bancos de Chile y Conosur, Casa&Ideas, Feria del Disco y Kellog’s; Cigarrillos Life, Jabón Popeye, Gente en Conserva; Radio Algarrobo al final del dial con Juvenal Morales (JM), The Clinic, El Mercurio S.A.P., Zona de Contacto, Qué Pasa y la TV Vasca; Carabineros de Chile, Ejército de Chile, Sernatur y la Clínica-Rotisería Avansalud
  • Los patas de vaca, los gringos pailones, los cinéfilos, la clase media emergente, los usuarios compulsivos del celular, la barra Los de Abajo, la Garra Blanca y el lumpen en general
  • Pato Fuica y los ocho discos que me debe, Espree Kesler en short y peto, mi ex ejecutivo de cuentas Pedro Pablo Russo, mi benefactor Alexander Scheck, el hermoso niño Vicente Villa y los confundidos docentes Santiago Quer y Julio Orlandi
  • Willy Sabor, Francisco López, Renata Bravo, Iván Valenzuela, el suspicaz Mario Gutiérrez, Franco Astutillo y su guagua (a él no lo he ofendido aún, pero lo tengo contemplado), Bernardo de la Maza, Katherine Salosny, Alan ‘Tsunami’ Cooper, ‘Pollo’ Valdivia, Lulú Jam, Alberto Plata, las viejujas fanáticas de Marco Antonio Solís, los canutos de Vidavisión, ‘Fiera’ Ramos, la secta Impacto de Dios y el elenco de ‘Los Capo’
  • El proto-escritor Ignacio Fritz (urgente click en este link) y Leo Marcazzolo
  • Las Repúblicas de Bolivia e Italia
  • Roberto Arancibia y el Club de Abuelitas
  • Mis queridos camaradas Caramelo, Lenteja, Tren Parado con su ‘boca a boca’ y la emprendedora Jennifercita
  • Los pontífices Karol Wojtyla y Josef Ratzinger
  • Don Bolas, la Sra. Zapallo, Don Cañería, Cata la Diseñadora, los redactores de memorias de TVN, Bebé y La Negra (mis dos citas a ciegas), el Huaso Reggetón, el Sr. Pajarete y la Ingeniera en Marketing que me encuentra ‘tontón’
  • La escritora-pistolera María Carolina Geel
  • Los señores políticos Roberto Fantuzzi, Carmen Ibáñez, Fernando Flores, Juan Guillermo Vivado (“un candidato recto”), Alberto Cardemil y su nieto estrangulado, Raúl Alcaíno, Joaquín Lavín, Augusto Pinochet y Lucía Hiriart de Pinochet

De este archivo de sospechosos solamente descarto a los señores Geel, Wojtyla, Pumarino Senior y Orlandi por razones obvias. Espero borrar a la brevedad al 'Tatita'.

5.11.05

Infierno Terrenal

Acabo de llegar de una kermesse. Pagué mil pesos para ver a docenas de viejujas zangoloteando sus charchas al ritmo del charleston, electrotango y onda disco; a profesores haciéndose los lindos vestidos de paisano; a escolares pechugonas con piercings en la jeta; a niñas y niños cubiertos de ketchup. Comí un par de pizzas secas, quedé medio sordo con un improvisado animador que berreaba como desquiciado, intenté sin éxito bailar King Africa con la Josefina y luego agarré y me fui. No duré ni media hora en ese infierno terrenal (pero sentí escalofríos al imaginarme en diez años más disfrazado de beduino y atendiendo un puesto de anticuchos o gatos porfiados).

Hay lugares por los que uno no debiese siquiera asomar la nariz. Recuerdo patentemente hace varios años haber sufrido durante hora y media un recital de John Lenin en La Casa en el Aire. Mientras el poeta de lo simple susurraba canciones de Silvio Rodríguez uno debía permanecer en silencio, tararear las letras y poner cara de tipo sensible. Si osabas abrir la boca para, no sé, comentar los últimos chubascos, un coro de proto-trovadores te hacía callar. Lo increíble es que luego de esa experiencia atroz volví a ir, lo pasé igual de mal, y de no haber sido por una oportunísima avería que me dejó botado en plena carretera habría insistido una tercera vez. Hasta el día de hoy Silvio me produce urticaria.

Tengo una extensa experiencia de jornadas angustiosas en peñas folclóricas, lloraderas de EJE, malones preparatorios de trabajos de verano, mítines de jóvenes periodistas intelectuales que querían cambiar el mundo, comités de vigilancia de condominios y un largo etcétera. Diez veces hubiera preferido en todos esos casos estar durmiendo o embriagándome en el Bar Restorán Donde Bahamondes. Hay sitios en los que uno no encaja y ya está. Quizás por eso me gustan tanto los cócteles en donde uno mira a toda carrera la ridícula exposición, traga canapés gratis, chupa como esponja a costa del artista y se marcha rápido.

3.11.05

Dios es mi Copiloto

Palpé el bolsillo, sentí el triste vacío y bajé a saltos las escaleras de la sala-cuna murmurando entre dientes “por favor no, diosito, por favor no”. La oportunista devoción fue inútil: el taxista había partido con mi billetera en el asiento trasero. Acto seguido varios transeúntes fueron testigos de cómo un sujeto de rostro descompuesto pataleaba de rabia en plena calle, se mordía indignamente los dedos y lanzaba maldiciones al cielo.

Casi nunca viajo en taxis. Mentalmente los califico como ‘el cáncer que corroe nuestra ciudad’ (okey, es cursi) y siempre he pensado que es absurdo mantener en perpetuo movimiento a miles de autos que no van a ninguna parte. Camino a casa imaginaba cómo el pérfido taxista adquiría una cama de agua con la tarjeta de crédito, cambiaba mis puntos de Farmacias Cruz Verde por carbón sulfaguanidina o bien usaba mi cédula de identidad para suplantarme y votar por Lavín en diciembre. Urg. Llegué convertido en un simio sulfúrico, odiando democráticamente a todo el mundo y sin un peso en los bolsillos. Comencé así la absurda misión de bloquear tarjetas y documentos, pero antes - cómo no - llamé a mi madre recién operada para buscar calma. Ella rezó.

Bienveeeeniiiido a Diiiicoooom” se arrastraba la grabación. Reflexión al margen: ¿por qué si pierdo el carnet de identidad debo avisarle a Dicom a 15 pesos el segundo? ¿En qué momento Chile cayó tan bajo que pasamos a ser todos acreedores potenciales de una empresa cuyo principal accionista probablemente es Satanás?

Cuando partía al Registro Civil para seguir con los trámites me telefoneó mi padre. Don Eduardo Alvear, noble taxista de Maipú, lo había rastreado para dar cuenta de su hallazgo. Sí, eso mismo: intacta, adornada con los autoadhesivos de Joe Pino y Bob Esponja, la billeterita estaba en mis manos horas después.

Conclusiones:

  1. Si vas a invocar a alguna divinidad mejor hazlo en serio.
  2. La familia Alvear de Maipú la lleva.
  3. Igual le pagué a Dicom.