23.1.06

Aperra con Ventaja

Una carta publicada hoy en El Mercurio revela que un 71% de los alumnos que cursará primer año de Medicina en la Universidad Católica este 2006 asistió al preuniversitario Pedro de Valdivia. Un 56% de los que entraron a la Universidad de Chile, igual. Curioso fenómeno cuya causa admite sólo cuatro explicaciones:

a) Gracias a una notable serie de casualidades, justo en el preuniversitario P. de Valdivia coinciden año a año las mentes jóvenes más brillantes de Chile.

b) El sistema pedagógico del preuniversitario P. de Valdivia es tan efectivo que permite crear superdotados en apenas nueve meses.

c) El preuniversitario P. de Valdivia les enseña trucos a sus alumnos para que puedan rendir bien en la maldita prueba.

d) El sistema de selección universitario está corrupto hasta la médula por la existencia de estas pseudo casas de estudio que cobran mensualidades de cerca de doscientas lucas a cambio de ayudarte a aprender de memoria las respuestas de la PSU.

El autor denuncia que los grandes preuniversitarios -que a estas alturas no son más de dos o tres- contratan a sujetos para que rindan la PSU con el mero objeto de memorizar algunas preguntas que se incluirán en los facsímiles de ensayo del año siguiente. Sin mayor trámite hemos privatizado entonces hasta a los estudiantes de la educación pública: las conclusiones dan para mucho, pero no quiero seguir vomitando. Sólo decir que desde que se inventaron los preuniversitarios -instituciones amorfas y monopólicas que no existen en ningún otro lugar del mundo- todos supimos que algo putrefacto se instalaba en todo el sistema. ¿Cómo le irá en la vida profesional a un tipo cuyo gran mérito es saberse de antemano las respuestas correctas a un test? Súper bien, poh. Para qué estamos con huevadas.

Ahora bien, ¿por qué lo tomo como una afrenta personal? Pues porque mi hermanita quería estudiar Medicina, dio la PSU en diciembre y le fue bien, muy bien. Aún así no estudiará lo que quiere, sino que deberá sufrir por dos años la anti-universidad: el Bachillerato, ese invento creado por la UC en donde ponen a competir a doscientos buenos alumnos para ver si pasan el cedazo (dudo que si todos tus compañeros son potenciales rivales en el ránking les prestes tus apuntes con linda letra manuscrita antes de una prueba, por ejemplo). Mi hermanita estaba triste y frustrada, pero al menos supongo que esto le ayudará a saber que la competencia que enfrentó no fue justa. Como ella está perdida en algún lugar del sur del territorio y escribe de manera bastante esporádica -por no decir semestral- asumo su tardía defensa.

13.1.06

Discado Directo Distinto

La raza humana en general ha sido objeto en este precario espacio de una camionada de quejas, alegatos, acusaciones y pullas que por cierto le han brindado un tono jocoso-festivo que sin querer raya en lo amargado. Una de las facetas más asquerosas de mi inestable personalidad es cierta envidia soterrada que me invita a culpar a medio mundo de mis males: parte de mi proceso de rebranding personal debe pasar por dejar de echarle la culpa al empedrado y decidir qué diablos es lo que he estado haciendo mal para cambiarlo de una vez. Por eso hoy plancho la ropa, intento dejar de lado mi insoportable actitud derrotista y, bueno, también he hecho otras cosas que no pienso comentar acá.

La cosa es que acabo de recuperar la esperanza en el género humano y eso no es poco. La historia va así: hace algunos días llamé a Javier V., gerente de una empresa telefónica, con el fin de concertar una entrevista para una de las seis pegas que ejerzo en paralelo. Me preguntó mi número de celular por si ocurría cualquier contratiempo antes de la cita.No tengo celular”, le dije con cierto tono orgulloso del huevón que se cree distinto pero en realidad sabe que necesita urgentemente el aparatito y no se decide nunca a comprarlo. ¿Y es por motivos éticos o algo así que no tienes?”, me preguntó curioso. Mmmmmf, no, en realidad no, burshiplagmerafinkub”, debí admitir.

Hoy, cuando fui a entrevistarlo, Javier tenía un celular de regalo para mí, lindo y nuevecito de paquete. Se tomó con paciencia de santo una hora y media en habilitarlo, cargarle plata y enseñarme a usarlo porque cachó que yo no tenía idea ni siquiera de cómo se encendía. Me sirvió bebida, contestó con interés el aburrido cuestionario y me contó sobre su hermana que está estudiando Periodismo. Torpemente lo abracé cuando salí. Él no es mi amigo, aunque tal vez sí.

Y me vine a casa alegre de verdad. Yo, que despotrico como un imbécil contra todo y todos, recibí una lección y se la agradezco a Javier incluso más que el telefonito.

2.1.06

¿Las Bicicletas son para el Verano?

Ir al trabajo en bicicleta no sólo te brinda una útil sesión diaria de veinte minutos de ejercicio matinal y otros veinte de sancoche vespertino sino:
  1. Un bronceado a partir del codo que le otorga a tus brazos un curioso tono mulato-pantruca.
  2. Fresco aroma a sopapo al llegar a tu hogar.
  3. Posibilidades ciertas de insolación en las escuálidas y desarboladas ciclovías.
  4. Mal humor congénito frente al automovilista criollo que no duda en lanzarte encima su cacharro comprado en 96 cuotas con tal de llegar tres segundos antes a su pega de mierda.
  5. Odio ventral contra el peatón que no considera a la bicicleta como un vehículo y decide cruzar a mitad de cuadra dándote la espalda medio metro antes de que tú pases. Cuando le gritas que por favor no sea imbécil te mira con cara de marsupial adicto al Agorex.
  6. La invaluable chance de conocer en profundidad a dos vecinos: 6.1.- el que estaciona su furgón bloqueando el paso y luego te amenaza con sacarte la conchetumadre si le señalas que la huevada de vereda no es suya; 6.2.- el senescente que saca a pasear sin correa a un perro imitación bulldog que te muerde una canilla.
  7. En época preelectoral como ésta, la oportunidad comprobar en directo la persistencia del apagón cultural cuando docenas de adolescentes te ondean sus banderas en plena cara mientras tú, enceguecido, intentas no sacarte la cresta en medio de la Alameda.


Ahora bien, todo esto forma parte del anecdotario del pedal que le brinda al artilugio ese encanto bucólico-pastoril de lo gratuito. Por último gracias a la bici no sólo me ahorro el desagrado de comenzar el día colgando de una transpirada micro sino que cuento con quince lucas extra que puedo ocupar, por ejemplo, para comprarme un joystick tránsfuga que no sirve para ni un carajo y que ahora tengo que ir a cambiar por la misma mierda. Además, pedaleando y pedaleando mantengo las piernas bastante firmes y -por qué no decirlo- contorneadas, aunque ojalá hubiera bicicletas para pedalear con las manos dada la ridícula delgadez de mis extremidades superiores.

Por cierto, al próximo almácigo de bolas que me ondee una banderita en el hocico le advierto que ipso facto me bajo y le introduzco el asta por donde mejor le quepa.