20.4.06

Máximo Peralta en el Diván

La sicóloga recién egresada del Instituto Insucopoc de Puente Alto me pregunta entre susurros “¿y la relación con tus papás?”. “Buena, harto buena”, respondo. Desilusionada, me insiste en algún odio subyacente hacia mis hermanos. “La verdad no, me caen re bien los cabros”, digo. No sé qué más quiere: poco antes la jovenzuela casi me hace llorar refregándome la ausencia de mi hijita. Pucha la diabla perspicaz.

Por desgracia durante la sesión un resfrío rebelde me hace “correr la nariz”, como se dice vulgarmente. Poco previsor, no llevo ninguna clase de pañuelo desechable y/o confort. Los mocos me cuelgan, los sorbeteo disimuladamente y me meto los dedos a la nariz de refilón para que no me vea. Me siento incómodo.

Durante la hora previa le he relatado toda mi vida desde que vi la luz. La infancia junto a la flora y fauna del Bío Bío, nuestro éxodo a Santiago, experiencias colegiales, universitarias y laborales. Al explayarme sobre mi devenir profesional le explico la reciente resurrección en LUN de mi alter ego Máximo Peralta. Sus ojitos brillan y cree ver un indicio de desdoblamiento de personalidad o doppelganger. Soy una rata de laboratorio en manos de un colegial con bisturí.

Antes de eso he redactado un cuento que debe hacer mención a cinco imágenes que me anexan: equipo de baby fútbol, pareja indiferente, cumpleaños infantil, reunión de trabajo y charla de seguridad. Escribo la historia de un árbitro al que su esposa no le habla por saquero. Luego contesto un test psicológico donde elijo las palabras que más me identifican de entre una lista del tipo ‘entusiasta’, ‘bondadoso’, ‘creativo’ y ‘simpático’.Por desgracia ninguno de los 28 ítems incluye el adjetivo ‘odioso’. Más tarde le escribo a mano una amable carta a una persona que desconozco explicándole mis gracias.

Posteriormente soy sometido al Test de Lüscher, que determina si estás loco o no dependiendo de los colores que te gustan. O algo así. Por desgracia no me aplican el aún más popular Test de Rorschach, al que algunos zafios denominan 'Test de Rocha'. Estudioso, la noche anterior ya me había aprendido de memoria las respuestas adecuadas. Consejo: jamás ver penes, vaginas, potos ni tetas; ojalá sólo animalitos silvestres y parejas bailando (no fornicando).

En fin: ¿estoy mal de la cabeza? No tengo idea. Todo este examen lo enfrenté enfundado en mi terno funerario-nupcial dentro de un proceso de selección para redactar free-lance la revista institucional de una ferretería.