14.3.05

Bases de datos

Por deformación profesional siempre contesto encuestas; me he descubierto poniéndome en el camino de algunos encuestadores en la calle a ver si me atrapan. Es que no me resisto al tono lastimero con el que me ruegan sin esperanza alguna si es que acaso no quisiera responder unas preguntitas; cuando digo que bueno, su alegría es tan sincera que me hace sentir mejor persona (me digo a mí mismo, 'ah, qué bueno que soy'). Claro, además está lo otro: yo también me he visto en el trance de tener que hacerles cuestionarios a desconocidos y hay pocas cosas más dolorosas que te manden al carajo sin siquiera alcanzar a explicar de qué se trata el asunto. De hecho durante las próximas dos semanas mi desafío será encontrar a diez ejecutivos bancarios para que me digan cuáles son las marcas de cajeros automáticos más populares y otras ocho interrogantes fundamentales por el estilo. Mala cosa cuando en Chile hay con suerte doce bancos y la paciencia del entrevistado promedio se acaba a los 45 segundos. En fin, podría estar limpiando wáteres en el Estadio Santa Laura: no me quejo.

La cosa es que me acaba de llamar una señorita de la empresa Foros que no sé cómo conocía toda mi vida. Con voz dulzona me reveló mi nombre completito, dónde vivo, qué hago y mi promedio de ingreso mensual (si supiera...). Todo para hacerme una encuesta interminable en la que debía calificar con notas del 1 al 7 en al menos 30 categorías a mi porquería de banco, que me acaba de descontar 12 mil pesos por mantener una tarjeta de crédito que jamás he usado. La penúltima pregunta, insólita, era "¿bueno, y en qué banco tiene Ud. cuenta corriente?". "Bah, yo pensaba que de ahí me estaban llamando", le digo. "Noooooo, si le dije que somos la empresa Foros", "¿y cómo tiene tantos datos míos?", "ah, es que está todo en la base de datos". Ya, la base de datos. La última pregunta era "bueno, ¿y le gustaría enviarle por este medio un mensaje a su banco?". Claro, que no compartan mis datos como si fueran los resultados del Kino. Resulta que ahora cualquier operadora teléfonica sabe dónde vivo, cuánto gano y si me rasco la rodilla tres veces al día. A la otra me pide pololeo.