2.4.05

Disgresiones acerca del Papa

Cuando trabajaba en la Radio Cooperativa a veces el móvil nocturno, en vez de estar a la caza de improbables noticiones a las 11 de la noche, iba a comprar whoppers para que aplacáramos el hambre. Mientras comíamos, casi siempre llegaba Bolón -el radiocontrolador de la noche-, miraba la pantalla del computador de la agencia UPI, imprimía algo y comenzaba a gritar "¡se murió el Papa, se murió el Papa". La primera vez quizás fue divertido, pero ya a la decimoséptima sin duda era una lata. Como envidiaba nuestros emparedados, ésa era su forma de advertirnos que mejor que comer era estar siempre alerta por si la máxima noticia posible se producía. "Ah, es que yo soy un profesional de la vieja escuela de la radio", pontificaba. Estuve tres años trabajando de noche ahí y en realidad no recuerdo que nunca haya pasado algo muy relevante, así que su bienintencionado consejo cayó en tierra yerma.

En fin, ahora sí se muere el Papa y siento esa extraña excitación periodística ante el inevitable desenlace. El 2001, cuando cayeron las Torres Gemelas, me vine a enterar recién como a las 4 de la tarde, e incluso sostuve antes absurdas conversaciones al respecto creyendo que me estaban hablando de la caída de la bolsa o algo así. Así es que ahora he seguido con extrema atención toda la cobertura de nuestros medios, pero ya me comencé a aburrir ante la inercia noticiosa y la majadera repetición de las imágenes de la visita del Papa hace 18 años.

La imagen que tengo de esa visita -y no otra- es la del Papa asomándose de un balcón de La Moneda acompañado de Pinochet. Eso nunca lo he entendido, porque una cosa creo es apoyar a un pueblo que sufre, y otra darle en bandeja a un dictador la oportunidad de aparecer respaldado por el Sumo Pontífice de la cristiandad. En los reportajes que se difunden hoy a cada rato nos insisten en que el Papa puso como condición para la visita el tener una agenda absolutamente libre. Pues entonces, deduzco que nadie lo obligó a dejar para la posteridad esa postal horrible junto al Viejo. Resulta que ahora me tratan de vender que en esa reunión el Papa le dijo a Pinochet que renunciara y que el viaje por Chile sirvió subrepticiamente para inyectar conciencia democrática al pueblo oprimido. Creo de corazón que todo eso es falso porque S.S. no pronunció siquiera una frase en Chile en la que aludiera al tema. Habría preferido cien veces que el Papa viniera una vez recuperada la democracia y hubiera condecorado al Cardenal Silva Henríquez, quien sobradamente se lo merecía ya que le regaló a la Iglesia chilena el respeto del pueblo (el que paulatinamente se desvanece). No recuerdo ninguna foto del Papa junto a él.

Bueno, me acabo de enterar que Juan Pablo II murió. Pobre caballero.