Sueño conceptual utilitario
Anoche tuve un sueño extraño. Llegaba a la única cancha de baby-fútbol del Liceo Alemán para jugar un partido con Manguac. JP -quien en la vida real nos ha acompañado en las últimas pichangas de los domingos- estaba ya ahí con un montón de gente: su hermano, Pato Rojas (un amigo mío que se murió), un guatón gigantesco que no conozco porque no existe, otro desconocido con un bigote tipo Hitler, alguien más que no me acuerdo... y Jaime González. Como hace año y medio que no veo a Jaime lo saludaba muy cordialmente, incluso ensayando un abrazo. Pero insólitamente él me recibía sólo con un movimiento de cabeza y cara de fastidio. Estaba más canoso que la última vez que lo vi y medio barbudo. Yo quedaba súper confundido por el desprecio, me iba al arco y empezaba el partido. El bueno de Jaime (junto a unas 15 personas más) jugaba para el equipo rival, mientras nosotros éramos apenas cuatro. Jaime jugaba como un animal y me metía varios goles, y cada vez los celebraba como si fuera la final del Mundial: me los gritaba en la cara mostrando los dientes. No sé por qué pero en un minuto yo tenía que ir a buscar la pelota que se había ido lejos, y llegaba a una casa oscura, me venía un infarto y ahí el sueño se fue al carajo. Desperté con dolor de pecho y súper angustiado.
Ahora bien, ¿llamaré a Jaime? Me carga que la gente me ande despreciando, aunque sea en sueños. Más aún en su caso, porque siempre ha sido súper cordial conmigo y en realidad es una persona tranquila que jamás tendría una actitud odiosa como en el sueño. Estoy todavía medio inquieto, como con la bala pasada.
...
Bueno, lo acabo de llamar. Y no está enojado conmigo. Quedé de invitarlo a jugar el domingo y de almorzar uno de estos días (trabaja en el Diego Portales, a unas cuatro cuadras de acá). Como yo nunca llamo a nadie -porque me carga hablar por teléfono: he perdido amigos por no llamar jamás- y él sufre del mismo complejo tímido, al final el sueño me fue en extremo útil.
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