27.4.05

Escribir bien no sirve para nada

A las 6 de la tarde terminé con los ojos llorosos, las manos temblorosas y la espalda adolorida como estibador. ¿Trabajo físico? Ni cerca.

Retrocedo: al mediodía me llama Cata La Diseñadora, quien con su perpetua papa en la boca me suplica que le corrija la Memoria Anual de una empresa. "- Son cuarenta luquitas. -Sí, claro, ¿para cuándo? - Para hoy: se va esta noche a imprenta". Bueno, ganar 40 mil pesos en tres horas no está mal para una profesión como la mía...

A las 3 llega una moto a mi casa con un sobre que contenía la famosa Memoria. Acto seguido me vuelve a telefonear Cata para advertirme que si me contactaba alguien de la empresa yo debía decirle que era un 'corrector profesional' y que habitualmente cobraba como mil pesos por página, pero que en este caso iba a hacerlo por menos debido a nuestra 'amistad' (a Cata la he visto dos veces en mi vida en trámites similares). No entiendo mucho. "Así yo quedo súper bien ante ellos, como una persona con contactos", me aclara la muy picarona. Un segundo después de colgar en efecto me llama la disléxica redactora de la Memoria, pero sólo para apurarme y sin intención alguna de verificar mis antecedentes, contactos ni supuestos descuentos.

Yo redacto bien, tengo buena ortografía y en general los textos me salen sintéticos, fluidos y con cierta gracia. No es pedantería decirlo, pues por un lado creo que es la única habilidad real que tengo y por otro nunca me ha reportado el respeto personal ni profesional de nadie. Por eso con cierta regularidad me llegan estos trabajos absurdos consistentes en corregir a la carrera motes de redactores que se llevan la mascada grande. Y la verdad no me cuesta casi nada.

Sin embargo, esto ya fue mucho. La Memoria consistía en 160 páginas de chambonadas, obviedades, metáforas dignas de Mandolino y redundancias al por mayor; además de docenas de millones de comas. Perlas como ésta: "El 16, de octubre, el directorio, decidió nombrar a zutano, como Gerente de Regiones". Arg, ¿quién le dijo al proto-novelista que había que poner comas luego de cada sustantivo? No miento si digo que mi hermana chica hubiera escrito textos cien veces mejores que aquellos (¿y saben cuánto se cobra por escribir una Memoria?: un millón y medio de pesos promedio; lo sé por experiencia personal). Sólo en la contratapa tuve que marcar ¡quince errores! y el panorama adentro era estremecedor. Así que me puse a leer como un loco tirando flechas a toda velocidad con destacador fosforescente. Al final la Memoria parecía mapa y al llegar a los Estados Financieros -un puzzle de miles de tablas y números escritos con la letra más pequeña posible- simplemente tiré la toalla exhausto, sellé el sobre de vuelta y llamé para que vinieran a buscarlo ipso facto. Total, seamos francos, nadie lee estas tonteras y sólo se editan porque es obligación legal hacerlo.

Luego de acabar la tortura vi Trenes Rigurosamente Vigilados, una joya checoslovaca de 1966 que trata sobre un tipo muy vago que se va a trabajar a una estación de ferrocarriles porque en su familia es costumbre hacerle el quite al esfuerzo físico. Controlar el paso de los trenes: esa pega quiero yo. Pero no, entre hoy y mañana debo describir unas cincuenta verduras de cerámica y otros doscientos obsequios afines para el día de la madre. "Hermosa y delicada imitación de un rojo tomate del material conocido como plastoflex, ideal para llevar el queso rallado a la mesa: tu mami soltará un lagrimón al abrir el paquete. Incluye cucharín de madera e instrucciones". Auxilio.