11.5.05

El Cilindro de Butano y Propano

- Nooo, yo sé que esto te va a sonar algo agresivo, pero si tú pretendes hacer bien este trabajo debes sumergirte en el mundo del gas licuado, como yo, que llevo siete años en esta empresa y todavía aprendo cosas todos los días - me reprendió el Señor Pajarete.

- La pura verdad - mascullé como un tarado en vez de pescar mi oxidado lápiz y salir huyendo de ahí.

Así que el Señor Pajarete -un tipo que puede tener mi edad- me dejó castigado en una oficina junto a una serie de estudios de mercado y otros textos afines. "Vuelvo después de una reunión" dijo antes de cerrar la puerta, la que no volvería a abrir hasta pasada una hora y media. Ni un vasito de agua me dejó el muy cruel.

Antes, el joven Ingeniero de Marketing (¿existe esa carrera?) me había sometido a un absurdo cuestionario sobre la importancia del gas licuado en la vida del país. Como pensé que me estaba tomando el pelo le respondí según mi manual de perogrulladas, algo que evidentemente le molestó. Aclaro: yo estaba seguro que el objetivo de la reunión -más que evaluar mis elementales conocimientos sobre el propano y el butano- era definir la lista de entrevistados del folletín que supuestamente escribiré para ser repartido a 1.600 distribuidores de gas. "El setenta por ciento son pelagatos, no saben ni leer, por eso tú debes orientarte al resto, los tipos con un poco más de pelo, ellos nos interesan", me aclararía luego Pajarete.

Así que encerrado y solo me largué a leer. Averigüé que -según el estudio de mercado- en general el color del balón de gas no influye mucho a la hora de la compra. Tampoco es demasiado relevante en esa decisión cuán azul es la llamita a la hora de prender la estufa o cocina. El astuto especialista en tendencias descubrió que en general lo decisivo cuando uno compra gas es el precio del gas. Ajá. Para elaborar el estudio se entrevistó a 800 personas de todos nuestros estratos, las cuales fueron sometidas a un cuestionario desquiciado: 17 páginas con 19 preguntas personales y 72 consultas sobre el gas, la mayoría con opciones mútiples. Una especie de PSU (¿PCU?) del gas.

Luego de llenar dos páginas de apuntes tenía la mano medio lacia y tiritona (a estas alturas definitivamente no podría volver al colegio; y yo que era tan bueno para escribir cartas: malditos teclados). Y en medio de un espasmo pretendí reflexionar amargamente sobre las cosas que uno debe hacer para ganarse la vida. Pero por suerte algo me sacó de ese acto de suprema idiotez: un despistado creyó pertinente incluir al final del Manual de Procedimientos de la empresa una especie de decálogo de la funcionaria modelo, en este caso la telefonista que tramita los pedidos de gas y recibe reclamos. Lo encontré tan didáctico que decidí transcribir lo más interesante en mi rancia agenda del 2002, pese al citado cansancio de mi extremidad. Acá va:

Cuando volvió Pajarete a darme una charla sobre el complejo sistema de traslado del gas licuado desde los pozos petroleros hasta el cliente final lo escuché con la mayor atención que le he prestado a nadie en mi vida. Copié con detalles el esquema que dibujó en la pizarra y me faltó sólo parar el dedito para contarle que había aprendido muchas cosas en esa hora y media que me dejó recluido. Le mostré mis apuntes y le comenté qué interesante era que el gas de los cilindros fuera aromatizado con azufre para advertir al ciudadano sobre posibles fugas. Me despedí con un fuerte apretón de manos y cuando ya había anochecido me vine silbando a casa, compré unos ricos pasteles y me sentí feliz de ni siquiera haber hecho el intento de quejarme por mi 'triste esclavitud'.