31.10.05

Matadero-Tropezón

Tenía que escribir sobre el Transantiago, así que en vez de caminar desde la clínica a mi casa decidí tomar una micro nueva a modo de reporteo. Subí al bus oruga y la experiencia me gustó. Redacté el texto despotricando contra medio mundo, ayer salió publicado y a las 2:30 PM fui amenazado. O casi.


Estaba en un restorán comiendo lechuga cuando recibí una llamada indigesta. Era el mecánico de mi viejo auto, Osvaldo, con quien no hablaba hace un año. "¡Puta hueón, nos tiraste a partir con el artículo en el diario! No podís ser así, ya nos tienen todos cagados y voh nos venís a pegar en el suelo, mala onda igual compadre...". Chuata, ahí recordé que un pariente suyo es micrero y que de alguna manera el gremio funciona como una gran familia que también podría ser definida como ‘grupo de choque’. El 2002 Osvaldo participó con entusiasmo bloqueando calles en el recordado paro del transporte: "vamos a dejar la cagá en todo Santiago, mejor ni salgas mañana de la casa", me advirtió en esa oportunidad. Al menos esta vez no me recomendó "no salir de mi casa...". Urgh.

Osvaldo es un buen tipo, tiene mi edad, una señora simpática y un montón de niños rosados. Es un mecánico habilidoso, cobra lo justo y tiene buena voluntad. De hecho una vez casi le pegó a un sinvergüenza de 10 de Julio que me quería cobrar quinientas lucas por un trabajo que costó al final apenas treinta. No me lo imagino tocando a mi puerta para partirme el cráneo con una llave inglesa. Sin embargo igual su llamada me inquietó y le respondí con cobardía, tratando como pude de desligarme del tema. Jamás evalué el riesgo de vomitar a través de un medio masivo usando mi nombre y sin querer el ventilador con mierda se volteó hacia mí. En fin, si este blog no se renueva en una semana agradecería llamar a Carabineros.

Moraleja: si estás comiendo, apaga el celular.

26.10.05

El Hombre Goma

Rechacé un trabajo. Me hubiera faltado tiempo para hacerlo, para ser honesto el asunto era una lata y la mera perspectiva de embarcarme en un proyecto así me causaba náuseas. Esto no tendría nada de raro si no fuera porque es la primera oferta laboral que he desechado en mi vida: quizás este pequeño paso me significará un gran salto en el ránking de dignidad profesional, en el cual ocupo puestos de descenso directo.

Mi Currículum Vitae es eterno y descabellado. Soy el hombre que no sabe decir que no: he aceptado los trabajos más abyectos bajo la consigna de que nunca un par de chauchas extra estarán de más. Huelga decir que la mitad de las veces no me han pagado.

  • Coanimé un programa de radio a cambio de especies
  • Me encerré un año y medio en una oficina a resolver crucigramas
  • Traduje al inglés el CV de un agricultor de Temuco
  • Asistí a una conferencia de prensa en la que la FECH le deseó feliz día a todas las mamitas de Chile
  • Corregí una memoria de cien páginas en una hora
  • Intenté empatizar con Willy Sabor
  • Entrevisté a un dirigente camionero que rechazaba la visita de Marilyn Manson a Chile
  • Le hice clases de italiano al heredero de una viña
  • Me hice pasar por el Licenciado Máximo Peralta, experto en autoadhesivos
  • Fui ghost writer de un millonario
  • Le escribí reportajes a una señora que me trataba de ‘roto conchetumadre’

Y claro, cómo olvidar mis clases de castellano a Sprite, una “amiga” de Manguac importada desde Arkansas que antes de asistir a las lecciones aprovechaba de pasear en short y peto por Avenida 10 de Julio para pedirle a los mecánicos que le enseñaran a carburar el motor: por suerte no la sodomizaron en un foso de aceite. Mientras intentaba explicarle para qué diablos servía el modo subjuntivo ella me contaba sosas anécdotas en su pésimo español y se comía todo mi pan. Un día llegó por correo el parte de matrimonio de su padre: la lola lloró a moco tendido por media hora, quemó la misiva en una pira ritual que puso el riesgo la seguridad de mi casa y se retiró en medio de espasmos. Justo cuando me decidí a hablarle acerca de mis tarifas Sprite anunció que esa misma tarde retornaba a su hogar, dejándome a modo de prenda una espantosa lámpara de mesa que incluía ¡una fuente de agua en su interior! Meses después regresó a Chile con el mero objetivo de recuperar el adefesio.
Saldo a mi favor = $0.

Lo único que me ha faltado es intentar la fabricación de huaipe en mi domicilio.

24.10.05

Miedo a la Oscuridad

Digamos que el año pasado terminé tomando dos litros de agua para ser diseccionado por un enorme escáner mientras casi me meaba encima. Llevaba dos meses yendo al baño cada diez minutos. ¿Qué arrojó el examen? Nada. Nada de nada. "¿Usted tiene razones para estar nervioso? Supongo que sí. Entonces eso es, cálmese". Obvio, estaba inquieto por el pronto nacimiento de la Josefina (que en esa época todavía era Tomasito). Y los nervios traicioneros se me somatizaron de la forma más incómoda posible mientras yo juraba ser el tipo más tranquilo del mundo.

Ayer me acosté a las cinco de la tarde medio tembleque y con dolores surtidos: de cabeza, garganta y estómago. Bebí diecisiete clases distintas de aguas de hierbas, hice gárgaras y logré que Moni chequeara en cinco oportunidades mi fiebre, o más bien la ausencia de ella. Dormí como las pelotas y todavía me siento mal, estoy desconcentrado y sin ganas de nada.

A mi pobre mamá la están operando en este instante y más que escribir quiero esconderme bajo tres frazadas y esperar que este día de mierda pase rápido.

20.10.05

Lo que Callan las Mujeres

Hoy llegó La Nueva. Ni siquiera sé cómo se llama: dijo “hola”, se sentó en una esquina y comenzó a trabajar. Dos veces ha telefoneado y hace un rato pidió que alguien de Sistemas la ayudara con su correo electrónico. Quizás deberían haberla presentado - tomando en cuenta que trabajaremos en el mismo espacio de 2 x 4 - pero a nadie se le ocurrió.

El lunes supimos que un quinto funcionario llegaría a nuestra oficina: por alguna razón el departamento de contabilidad requiere de más personal y ya no quedaba lugar para acomodarla en otra parte. Acá sí y a regañadientes Caramelo La Diseñadora despejó su disparatado desorden de bolsas y cajas para recibirla. Presentí que algo iba mal cuando Lenteja, la otra diseñadora, comenzó a sacar la voz. La Nueva se sentaría a su lado y deberían compartir teléfono.

Lenteja es silenciosa. Llevo casi tres años acá y sin embargo desconozco cualquier detalle sobre su existencia. No participa de ninguna charla, evita asados dieciocheros y para ser francos a veces pienso que es un espectro. Especulamos sobre ella pero jamás hemos llegado a alguna conclusión. ¿Timidez extrema, odio hacia la humanidad, estitiquez? Ni idea.

Misterios del alma femenina: Lenteja ha sido en extremo locuaz esta semana. El martes, mientras Don Juanito limpiaba el escritorio, murmuró con velado resentimiento “es ella la que se tiene que acomodar al espacio, no nosotros a ella”. Caramelo la agarró de volea y remató: “Va a tener que aceptar lo que hay no más”. Ayer las cosas se pusieron color de hormiga. “¿Y esta cree que vamos a organizarle una fiesta de bienvenida acaso?”, coincidieron iracundas.

Esta mañana ninguna de las diseñadoras saludó a la recién llegada y el ambiente se corta con cincel. Como nunca, Lenteja está parlanchina e incluso hace poco se rió con un chiste de Abelardo. La Nueva se acaba de parar al baño y el juicio es categórico:

- ¿Y ésta qué se cree, piensa que acá le pagan por hablar por teléfono? - bufa Lenteja.
- La muy yegua... - sentencia Caramelo despegando por un segundo la vista del chat.

18.10.05

Orgulloso de ser Tonto

A cierta Ingeniera en Marketing le bastaron dos reuniones para tasarme: me encuentra medio ‘tontón’. Así se lo confidenció a Zutano, Zutano le contó a Mengano y él me lo dijo a mí. Mengano está preocupado no porque crea que efectivamente yo sea un idiota - aunque quizás lo sea - sino por el daño que tal juicio podría acarrear a mi futuro profesional. Cuando lo supe me dio rabia (porque tampoco la ingeniera es una joven Einstein que digamos) pero luego le hallé algo de razón. Es difícil parecer inteligente si careces de habilidades sociales elementales, como por ejemplo hablar.

No soy una lumbrera y lo asumo. No me vienen ideas geniales a la mente ni ilumino al resto con mis palabras. En general los desconocidos me hablan y no se me ocurre qué decirles; y cuando se me ocurre han pasado tres meses y ya no importa. Mi tarjeta de presentación habitual es una sonrisa idiota y un ligero balanceo de cabeza. Con esta actitud absurda busco la empatía fácil pero a veces doy lástima: sí, en general tiendo a llevarme mejor con las señoras sobre 50 y los funcionarios públicos. A Iván Valenzuela le caí como las huevas. Bueno, él a mí también, para qué estamos con cosas.

Muchas veces en reuniones de trabajo me traiciona la timidez, permanezco hundido en mi silla y si me siento fuera de lugar imagino que me han crecido alas, atravieso la ventana y salgo volando por arriba de los edificios. Nunca a nivel profesional he logrado el timing preciso para decir algo lúcido en el momento justo. A nivel personal tampoco. Mis habilidades comunicativas van más bien por el lado del exabrupto sin motivo y, claro, la redacción de textos con corrección formal y alguna gracia estilística.

Para más remate soy miope y muchos aún piensan que el usar anteojos te transforma automáticamente en un imbécil. Un publicista ganador que trabajaba acá me bautizó 'Milhouse' apenas me vio y se reía a mi espaldas de mi tontera, la que jamás se tomó la molestia de comprobar. El día en que lo echaron admito que sentí una malsana felicidad.

Curiosamente ciertos extranjeros - que desconocen la riqueza de nuestro lenguaje y los códigos nacionales implícitos en el trato - interpretan mi silencio como signo de lucidez o inteligencia. Hablan y yo asiento con la mirada perdida como si estuviera concentradísimo, listo para lanzar una idea magnífica. La cruel verdad es que mientras los contemplo generalmente estoy tratando de entender qué cresta me quieren decir. Es gracioso, pues a veces me han dicho que soy un tipo "que sabe escuchar", lo que es una falsedad del porte de una basílica.

13.10.05

Carta Abierta al Comando de RN

Sr. Rodrigo Barcos
Jefe de Campaña
Comando de Renovación Nacional,
Comuna de Santiago

Alameda 1555
Presente.
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Estimado Sr. Barcos:

El día 7 del presente sostuvimos vía telefónica una educada charla a raíz del intento de irrupción en mi domicilio de uno de sus empleados. En esa oportunidad le manifesté mis reparos ante el procedimiento utilizado, considerando que su personal de campaña no tocó el timbre ni intentó solicitar la autorización de los moradores antes de introducirse en la propiedad. Esa tarde Ud. se declaró compungido ante la osadía de sus brigadistas, me expresó sus más sinceras disculpas e incluso amenazó con visitarme para aclarar el malentendido.

Por medio de la presente quiero cordialmente mandarlo a la chucha por mentiroso, inepto, huevón y poco hombre. Ayer miércoles, mientras me encontraba en otra habitación, los patanes patibularios que Ud. comanda visitaron nuevamente mi hogar, instalaron la escalera para trepar a la terraza, ahí colgaron la mugre de cartel (esta vez con el rostro del pelotudo de Roberto Fantuzzi) y se fueron sin siquiera decir ‘hola’. A esa hora mi hija de un año dormía en el dormitorio, a dos metros de la ventana. Señor Barcos: cuando entré a mi pieza y vi el letrero casi estallé de ira. Me siento violentado al saber que un tipo seguramente reclutado en la Garra Blanca se detuvo para observar a mi niñita durmiendo. Esa no se la perdono.

Le informo que dos amables carabineros estuvieron en mi casa sólo para decirme que por desgracia si ratificaba la denuncia lo único que podría conseguir sería ser citado unas diez veces al Juzgado de Policía Local, pues esa es la táctica dilatoria que usan los abogados de su partido para que uno se aburra: si faltase a alguna de esas citaciones al final podría ser yo el multado. Como no capturaron a los muchachos in fraganti estoy atado de manos, aun si sus "voluntarios" me hubieran colgado el cartel en el cuello. Puedo decirle que el cabo Raúl Toro, de la 4ª Comisaría, después de hacerle unas morisquetas a la Josefina me confesó estar sinceramente emputecido y sugirió que a la próxima empujara la escalera guarda abajo con brigadista y todo.

Distinguido Señor Barcos: me da vergüenza que en Chile ciertos imbéciles crean que tapizando la ciudad con los rostros de sus horribles postulantes podrán obtener el apoyo ciudadano. Pero más me irrita que un boludo se ría de mí. Le comunico que ya descolgué el afiche y que pienso utilizar el lienzo con la cara del Sr. Fantuzzi para limpiarme el poto. El bastidor lo desarmaré y con sus restos pienso fabricar un palo con clavos que le plantaré en la cabeza al primer saco de huevas que intente colarse nuevamente en mi casa.

Para finalizar estimo conveniente compartir con Ud. una reflexión política: los muy huevones de su partido se llenan la boca como paladines de la lucha contra la delincuencia; sin embargo no tienen pudor en pagarle al lumpen para que ingrese a propiedades ajenas a joder al prójimo. ¿Alguien me asegura que el zángano que subió ayer no va a tentarse a usar durante cualquier noche la misma escala para robar mi casa, la que ya conoce de memoria?

Espero de corazón que sus candidatos pierdan - pues además dan vergüenza ajena - y que en dos meses más Ud. quede cesante.

Y váyase al carajo.

Respetuosamente,

Felipe Pumarino.-

11.10.05

Publicidad Subliminal

En la pantalla Ingrid Bergman lidera a las tropas en su ataque a Orleáns. Los soldados franceses apoyan sus largas escalas contra el muro de la fortaleza y comienzan el asalto. Precisamente en ese instante miro hacia el lado y veo que una escalera se asoma a mi terraza. Pongo el video en pausa y siento ruidos; alguien está subiendo. ¿La realidad supera a la ficción? Las pinzas: no es Juana de Arco quien asciende, sino un tipo de rostro desencajado con un rollo de alambre bajo el brazo. Lástima no tener a mano una paila con aceite hirviendo...

- Oiga, ¿para dónde cree que va? - le pregunto algo molesto
- Nah, si vengo a colgar la paloma - me responde contrariado
- ¿Ah?
- ¡La PA-LO-MA: el cartel de la diputada, pueh!
- ¿¡Pero cómo se le ocurre que va a meterse a mi terraza a colocar un letrero, so palurdo!? ¿Acaso está loco, cómo no toca el timbre siquiera?

A grito pelado iniciamos una ridícula disputa mientras en la calle su colega descargaba de un camión varios carteles de la sonriente candidata Carmen Ibáñez, alias “La Regalona”. Claro, los pelafustanes vieron que el primer piso está deshabitado y asumieron que podían colarse en mi casa sin mayor trámite para instalar sus porquerías.

Admito que no quise prolongar mucho la cháchara, menos aún luego de que insistieran en que ellos tenían ‘la autorización’ para subir (¿de quién?). Violentado, les consulté si tolerarían que alguien irrumpiera una tarde en sus dormitorios para colocarles huevadas; sacando fuerzas de flaqueza le sugerí a continuación que mejor se fueran a meter los letreros por el recto antes de que llamara a los pacos. Ipso facto los muchachones se marcharon, aunque no sin antes recitarme un par de folclorismos e improvisar en mi honor picarescas musarañas con los dedos.

Como últimamente ando reclamón llamé a la sede de RN para protestar: ¿y si no hubiera estado justo en el dormitorio a esa hora?, o peor aún, ¿qué tal si en vez de estar viendo una película me hubiera encontrado en otros menesteres? Gentilmente la despistada recepcionista - sin saber quién diablos era yo - me dictó el celular de la diputada: 09-3268926 (así que si te sientes solo, llama a “La Regalona” *). Preferí mejor hablar con su jefe de campaña, quien se deshizo en disculpas y bastante consternado me felicitó por haber guardado la compostura y no haber empujado la escalera guarda abajo hasta que se estrellara contra el pavimento.

Hace un mes recibí esta aterradora postal y pensé que las agresiones de los candidatos hacia sus propios votantes habían superado el límite de lo decente (considerando además que ni siquiera era mi cumpleaños). Pero la imagen del vocero de Pinochet estrangulando a su pobre nieto parece hasta simpática al lado del invasivo sistema de propaganda cara a cara estilo Rapunzel. Resta decir que me acabo de enterar que horas después de mi desagradable incidente la propiedad vecina fue asaltada por tipos que para trepar al techo usaron una escalera. Argh.

* Nota al margen: si alguien disfrutó de la lectura de ‘Impunidad Diplomática’ podrá comprender a cabalidad el alcance del curioso mote.

6.10.05

Gato Encerrado

Como catador de vinos o fabricante de perfumes me muero de hambre, pues carezco del sentido del olfato. O casi. Puedo estar en medio de un campo de lirios y no sentir ninguna fragancia en particular, salvo que me meta las flores dentro de la nariz. Snif, snif... para ser francos nunca he estado rodeado de lirios; ni siquiera sé cómo son o si tienen algún aroma en especial. Pero me estoy apartando del tema: esta peculiar anosmia (los sorprendí con la palabrita, ¿eh?) ha sido hoy una bendición ya que mi dormitorio apesta y no siento nada. Por suerte.

Ayer después de almuerzo salí con la Josefina a tomar solcito a la terraza. Nos aburrimos pronto y al par de minutos yo figuraba lavando la loza sin presentir nada extraño. Pero algo había ocurrido: un gato desdentado - a quien llamaremos atinadamente "Coronta" - se había deslizado al living durante nuestra breve ausencia y con una torpeza nada felina quedó atrapado cuando cerré la puerta. Al encontrarlo arañaba desesperadamente el vidrio: la Josefina se rió, pues le gustan los gatos; yo también, porque nunca había visto uno tan poco astuto. Durante un rato lo correteamos alegremente por la casa, pero el bicho estaba medio nerviosón así que preferí dejarlo salir. Abrí la puerta y Coronta desapareció.

Me llevo bien con los felinos y ellos conmigo: sin ir más lejos (aunque es bastante lejos en verdad) en la estación ferroviaria de Chiusi un cariñoso gatuco durmió toda una noche enroscado en mi cabeza. Sin embargo Moni padece de ailurofobia - que en cristiano quiere decir ‘horror a los gatos’ - y hoy efectivamente estuvo al borde de sufrir una crisis de pánico, pues al llegar del trabajo encontró a un endemoniado Coronta gruñendo histérico en medio de la cocina. Sí, pues, el minino había ‘desaparecido’, pero dentro de la casa: aún no puedo entender cómo el muy bestia estuvo casi un día entero encerrado al lado nuestro sin dar señal de vida alguna. Toda la noche la pasó escondido quizás dónde y cuando partimos temprano decidió emerger. Y durante esas horas cumplió todas sus funciones básicas:

1) se bañó en la tina
2) tomó agua del wáter
3) escarbó el basurero
4) desayunó nuestra basura
5) se paseó arriba de un queque
6) orinó en nuestra cama
7) defecó en nuestra cama

Guácatela toda. ¿Será necesario seguir? No.

Ilustro este prospecto de publirreportaje para la Sociedad Protectora de Animales con una foto increíble que tomo prestada de mi hermano:


3.10.05

Licor de Arroz

No entiendo la manía santiaguina de cambiarle los nombres a las calles. Parece ser que la autoridad no soporta lo sencillo - Costanera, Gran Avenida, Macul, Pajaritos, Norte-Sur - y siempre opta por complicar las cosas al extremo, homenajeando a tipos tan dudosos como Ramón Freire o ilustres desconocidos (¿quién fue José Pedro Alessandri?). Claro, tenemos la enorme Avenida Presidente Kennedy, pero ninguna vía de alguna importancia que recuerde a Neruda, Mistral, Huidobro, Arrau o Matta. Cuando empecé a estudiar mi campus quedaba en Battle y Ordóñez; al salir, en Jaime Guzmán Errázuriz: igual para todo el mundo se sigue llamando Diagonal Oriente como el día en que se pavimentó. Mi primera casa en Santiago estaba en Siglo XX (flor de nombre para una calle), pero al par de meses alguien decidió que era demasiado poético y pomposamente la rebautizó como Ernesto Pinto Lagarrigue…

- Perdón caballero, ¿sabe dónde queda la avenida Los Presidentes?
- Está encima de ella.

Sí pues, estaba seguro de que sabía donde era, pero toda la señalización la denominaba ‘Ignacio Carrera Pinto’ y así estuvimos media hora recorriendo junto a Manguac la comuna de Macul en busca de una avenida fantasma. Íbamos a despedir a la Concho, mujer notable que emigra a otras latitudes y cuya vida da para novela: sin embargo no hablaré de ella pues amenazó con golpearme si la mencionaba mucho acá. Lo cierto es que los concurrentes estuvieron festinando toda la noche mi incursión en el mundo digital y subiéndome sistemáticamente arriba del columpio (lo que de paso confirma la Teoría de Pérez sobre el inevitable status de perdedor que acecha al gremio).

Sin duda el momento de la noche fue cuando Gaby, nuestra anfitriona, decidió revisar la despensa familiar para apagar nuestras esponjosas gargantas. Ceremoniosa, sacó una bella lata de algún licor envejecido, generando diversos "¡oh!" entre los presentes: el despelote comenzó cuando Negro Pardo abrió la susodicha y extrajo en vez de la botella un paquete de arroz grado 3 - guardado quizás desde cuando ahí -, dando inicio a un descoyunte general que se prolongó por cerca de cinco minutos y dejó a varios al borde del colapso asmático. La última vez que me reí así fue hace cinco años, cuando Manguac nos leyó una ridícula carta que le había mandado meses antes a su ex polola y que rebotó por el mundo de vuelta a Siena. Da gusto reírse a carcajadas y no poder parar, que te duela la garganta de la risa, te caigas al suelo, te dé hipo por los espasmos, que sientas que te vas a mear encima como cuando chico te hacían cosquillas.

Un par de horas después nos despedíamos en plena calle Ignacio Carrera Pinto estirando al máximo la pena, porque harta pena nos da que la Consuelo parta. Pero este día - por suerte - quedará para la historia por el magnífico ataque de risa, y eso es bueno y lo que corresponde.