Al Maestro con Cariño
El muchacho, a quien llamaremos Potoco, jugaba con una calculadora que emitía un leve ruido al presionar cada tecla. Luego de un rato aguantándolo, Don Santiago se levantó emputecido de su asiento y le preguntó a gritos si acaso era un imbécil, que por qué cresta no se dejaba de huevear con el pitito. Lanzó por la ventana el aparato, rompiéndolo en mil pedazos; acto seguido le pegó un charchazo al jovenzuelo y de una patada en el culo lo mandó fuera de la sala. Semanas antes -exhibiendo una notable puntería- el maestro le había acertado un tizazo en plena frente a un pajarete que ensayaba flatos en medio de la lección. Pero como Potoco era hijo de un inspector velozmente el Profesor Quer fue exonerado: en su reemplazo asumió el anciano Julio Orlandi (el mismo de los libros escolares Montes & Orlandi), quien el resto del año se dedicó a adoctrinarnos sobre la necesidad de mantener en Chile un gobierno militar perpetuo.
Esto puede parecer una diatriba contra Santiago Quer, pero no: él era un estupendo profesor que evaluaba con justicia e hizo que la lectura de El Cid y El Quijote me resultara interesante e incluso entretenida. Lamenté cuando lo echaron, en parte también porque sentía que haberle aforrado a Potoco era un acto de justicia brutal pero necesario en una época en donde los escolares ya nos estábamos subiendo arriba del piano y perdiendo el respeto sin vuelta atrás. Obviamente no defiendo la violencia como método pedagógico, pero sí entendí que Santiago Quer no era capaz de adaptarse a un sistema en donde el profesor era empleado de sus alumnos.
Si hace quince años esto ya era un problema me imagino cómo será hoy, con una generación blandengue (si llueve no va clases) pero criada bajo la prepotente ética del mall: incapaz de despegarse del celular, que se moviliza por cualquier cosa con tal de capear clases -los diez pesos de la micro, por ejemplo- y baila coreografías de reggaetón en el recreo. A veces creo que el peor pecado en el Chile actual es criticar a los adolescentes. “Son idealistas y creativos, se manejan con códigos que tú no entiendes”, coinciden amigos míos. Tal vez, aunque a mí me parece que el mentado nuevo código es la misma imbecilidad vital de Potoco pero 'conectada al mundo' y con un poco más de plata en el bolsillo. Pero qué sé yo también.